Toda esta configuración hace de la pelvis, no sólo el centro de gravedad del cuerpo -coincidente con el hara (“el alma”) de los orientales-, sino también el centro de la energía y del movimiento. Desde la pelvis, el movimiento puede fluir libremente hasta los extremos del cuerpo: manos, pies, cabeza y piernas, proyectándose también al exterior. La retroversión pélvica produce una fuerza centrípeta que flexiona el cuerpo atrayendo los extremos. La anteroversión, por el contrario, es una fuerza centrífuga que lo expande.
El movimiento pélvico alternativo y encadenado se manifiesta como una ondulación armónica que recorre todo el cuerp
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