Sentir lo que se hace es la premisa fundamental para realizar toda labor tanto en el curso propuesto como en la vida cotidiana. De ahí nace la emoción, el conocimiento, el saber, la consciencia, la autonomía…
A su vez, para sentir es necesario concentrarnos en nuestro propio cuerpo y en el movimiento, –ver el libro: “Cuerpo en armonía” pag. 75 a 88- y por extensión, en todo lo que hacemos en cualquier momento.
Esta concentración es lo que también llamamos conexión, o lo que es igual contacto -estar en- con nosotros mismos y con los demás –tema esencial del libro: “Educar-nos para la ternura”- conexión, contacto y consciencia de lo que estamos haciendo en cada momento de un modo vivencial, sensorial, experiencial, emocional, no de una manera mecanicista ni autómata. Este contacto es lo que posibilita y preserva la autonomía personal y la del otro.
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