Las afecciones de la piel mantienen relaciones estrechas con los diversos tipos de estrés de la existencia, con las crecidas emocionales, con las fallas narcisísticas y las insuficiencias de estructuración del yo. Se agravan con las compulsiones de rascarse que las trasforman en síntomas de los que no se puede prescindir.
La intensa necesidad de dependencia es correlativa a la fragilidad de la inmadurez de la organización psíquica, así como a una insuficiencia de la diferenciación tópica, de la cohesión del Sí-mismo y del desarrollo del Yo. Estos enfermos responden también a la patología de la pulsión de apego. A causa de la fragilidad de su Yo-piel oscilan entre una angustia de abandono, si el objeto de apego ya no está cerca y una angustia de persecución si existe demasiada proximidad.
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